18 de febrero de 2014

La ladrona de libros - Markus Zusak

La ladrona de libros

Liesel Meminger es una niña cuando es dada en acogida a Hans y a Rose el día siguiente de ver morir a su hermano en el tren que la llevaba hasta esa familia (en la que fue su primera oportunidad de robar un libro). Vive en Alemania justo al comienzo de la segunda guerra mundial, Hitler está presente en cada rincón. De hecho, la historia la cuenta la Muerte en persona, desde su punto de vista. Al principio se hace un poco pesado ese narrador omnisciente, pero a medida que te adentras en la historia de Liesel, te vas enganchando y vas obviando que sea la muerte la narradora. 

Hans es un padrazo. Rose es brusca en sus cariños, la verdad es que se te hace borde hasta casi al final. Tienen dos hijos, ya emancipados. El chico, furibundo nazi, es soldado. La chica sirve en una casa, cuidando niños. Pero Hans es mucho más tibio con el nazismo y no comulga con esas ideas. Hans ha sobrevivido a la primera guerra mundial y se dedica a pintar casas. Rose completa, con lo que gana lavando ropa, la economía doméstica. Liesel no sabe ni leer y el colegio es una tortura.Cada noche se despierta en una pesadilla y Hans la ayuda a aprender. Así van estrechando lazos entre ellos, convirtiéndose en padre e hija. 

Liesel tiene un gran amigo, Rudy, su vecino. Juntos corren, juegan, van al colegio... Rudy tiene un problema grave en la Alemania nazi y es que admira a Jesse Owen, el corredor negro que ganó todas las carreras en las Olimpiadas de Berlín, al que Hitler denegó el saludo. Entre Liesel y Rudy hay una profunda amistad.

Pero un día aparece por casa de Hans Max, un judío, buscando asilo. Max es el hijo del hombre que salvó la vida de Hans en la primera guerra mundial, y Hans lo único que puede hacer es esconder al hombre y guardar el secreto. Toda la familia custodia a Max, escondido en el sótano. Y se va hilando una historia de solidaridad en un mundo atroz. 

La historia es preciosa dentro del horror de la guerra, del nazismo, del holocausto. Se va endureciendo a medida que los protagonistas se implican en su secreto, a medida que la guerra avanza. Habrá que ver la peli, a ver si sigue el libro o no... 

3 de febrero de 2014

Intemperie - Jesús Carrasco


Es dura, durísima. En un momento dado tuve que dejar de leer, pues no podía más de la tensión, la mandíbula apretada, el estómago hecho un nudo. 

Intemperie cuenta la historia de un niño que se escapa de casa, que huye de su casa más bien, y se esconde en un hueco en la tierra para que no le encuentren. Es un niño de pueblo en una época desconocida, aunque se intuye que fuera los años cuarenta. El niño emprende su huída en cuanto puede, saliendo del agujero en el que se ha escondido, y apartándose de su pueblo a marchas forzadas, sin pensar en lo que pueda encontrar más allá, en lo que pueda venir después. 

En esa escapada tropieza con un pastor y sus cabras. El cabrero es un hombre muy mayor, artrítico, poco hablador, que se limita a darle de comer y de beber sin hacer preguntas, sin pedir cuentas. El niño y el cabrero siguen camino juntos sin contarse nada de sus vidas, pero el cabrero sabe mucho más por viejo que por diablo y sabe que el niño oculta algo. Y le esconde cuando viene gente. El cabrero hace suyo el miedo del niño cuando se da cuenta de que el alguacil le anda buscando, pero no por ello le traiciona. 

A medida que avanza la historia, y sin que apenas se nos dejen ver atisbos de la vida del niño en su pueblo, una se va imaginando las razones de su fuga y la historia se va volviendo más y más tensa hasta el duro desenlace final. 

Jesús Carrasco hace en esta novela un alarde gramatical y de vocabulario que para sí lo quisieran algunos premiados con el Nobel. Te da un máster de palabras en desuso y casi olvidadas. Me ha recordado a Miguel Delibes, la verdad. Y la historia es tan inquietante, tan tensa como el mejor thriller de acción, como la mejor de las novelas negras. Un libro para leer siempre y cuando no estés de bajón, tristona, deprimida. Altamente recomendable a pesar de su dureza.